
Lo que devela esta frase no es ningún exabrupto viril, sino su pensamiento de lo que él considera su punto fuerte, su negocio, su “oficio” como afirma jactancioso. García vende como un producto el manejo de su partido y la movilización de votos a favor de intereses políticos o empresariales. “En Perú el presidente tiene un poder, no puede hacer presidente al que él quisiera, pero sí puede evitar que sea presidente quien él no quiere. Yo lo he demostrado” reafirmó para que no queden dudas.
Recientemente, en un acto público y refiriéndose a los opositores, vociferó en tono amenazante y con el índice muy arriba: “voy a estar muy atento con los que no se dejan convencer”. Como si deseara una nación de zombis obedientes sin capacidad de expresión.
Tengo la impresión que Alan García no solo ha perdido perspectiva de su responsabilidad social, sino incluso la dudosa virtud que lució en su juventud: la oratoria. Este García actual, fofo y gris; vengativo e intolerante, parece no dar la talla para tan importante cargo.
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