9 mar 2011

Tiranos: Trágicos y Cómicos

“Hubo un tiempo de la vergüenza... una decadencia del poder político, comenzó el derrumbamiento interno, la disolución de nuestras grandes organizaciones sociales y la corrupción de nuestra administración... el declive de nuestra nación”. Con estas palabras asumía Adolf Hitler el gobierno alemán en 1933. En otro discurso, se dirigía a los jóvenes de la siguiente manera: “Queremos una sociedad sin castas ni rangos sociales... queremos que este pueblo sea amante de la paz”. Gadafi escribió en su momento “El Libro Verde”. Mao Tse Tung publicó su “Tesoro Rojo". La verborrea de estos oradores es inagotable, tanto como su incoherencia o su cinismo.

Hubo un tiempo, en la primera mitad del siglo XX, cuando un hombrecito de bigote abultado y pantalón bombacho se convirtió en el bufón de ricos y pobres; de sureños y norteños. Con su andar de pingüino y sus historias cotidianas hizo llorar a los más alegres y reír a los más tristes. Un alquimista de tragedias que transformaba el dolor en humor. Su nombre: Charles Chaplin.

“Yo no quiero ser emperador; ese no es mi oficio. Yo quiero ayudar a todos, si fuera posible. Blancos o negros; judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados... En este mundo hay sitio para todos; la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y matanzas. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco”.

Si, eso decía aquel payaso vestido con uniforme militar en “El gran dictador”. Aquel hombre que tenía solo la ficción para enfrentarse a la realidad. Las palabras para hacer frente a las armas; la risa frente al llanto. El payaso, olvidando su obligación de hacer reír, cogió el micrófono y lanzó su arenga: “Soldados: No se entreguen a esos que en realidad los desprecian y esclavizan... los tratan como a ganado y como carne de cañón... ustedes no son ganado, no son máquinas: Son hombres. Llevan el amor de la humanidad en sus corazones, no el odio. Soldados: ¡No luchen por la esclavitud, sino por la libertad! Exclamó exhausto el hombre que no pudo en ese instante reír.